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¿Por qué España necesita una capacidad anfibia y qué va a hacer la Armada?

Tradicionalmente, las marinas de guerra han tenido dos misiones: proteger o atacar el tráfico marítimo y proyectar el poder naval sobre tierra. Los combates navales no son más que el fruto de la pugna por estos dos objetivos. ¿Por qué proyectar el poder naval sobre tierra? Porque en la tierra es donde viven los humanos y donde están la mayoría de las cosas de interés… aunque estamos viendo la aparición de una tercera misión, que va a ser proteger las infraestructuras submarinas y marítimas.


El poder naval se puede proyectar sobre tierra, es decir, generar efectos en tierra desde la mar, de dos maneras principales. Una, no permanente, consiste, resumiendo mucho, en bombardear. Lanzando misiles desde barcos o aviones navales, bombas desde estos o cañoneando con artillería desde los buques, se generan efectos en tierra. Sin embargo, estos efectos son muy limitados y, desde luego, no permanentes. La otra forma, permanente o, al menos, potencialmente duradera, es mediante las operaciones anfibias: poniendo tropas en tierra desde la mar. Existen otras diferencias, que veremos más adelante, pero esta es la fundamental.


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Siguiendo esta línea argumental, podemos dividir las marinas de guerra en tres clases, dentro de las que, por supuesto, habrá unas más capaces que otras. En primer lugar, tendríamos las marinas de guerra costeras y defensivas. En algunos casos, son poco más que fuerzas de guardacostas, con escasa o nula capacidad oceánica. En otras, se ven apoyadas por baterías de costa y algo de aviación e, incluso, submarinos costeros.


En segundo lugar, nos encontramos con las marinas oceánicas. Estas son capaces de cumplir la primera de las misiones: atacar y defender las líneas de tráfico marítimo. Su buque de referencia es la fragata, un escolta multirrol con plena capacidad oceánica. También suelen incorporar submarinos convencionales, aviones de patrulla marítima y, en algunos casos, capacidad de ataque a tierra con misiles. Algunas cuentan con buques de aprovisionamiento en combate. En esta categoría podríamos encuadrar a la marina alemana, la griega o la canadiense.


Por último, tendríamos a las marinas con capacidad de proyección. Estas fuerzas navales cuentan con buques anfibios y unidades de infantería de marina, apoyadas por aviación de ala fija embarcada en portaviones o portaeronaves. Son las únicas capaces de llevar a cabo la segunda misión de las fuerzas navales: proyectar el poder naval sobre tierra. Todas cuentan con buques de aprovisionamiento para alagar su estancia en la mar. Aquí tendríamos, en la parte baja del espectro, a la Armada, y en la más alta a la marina de Estados Unidos, pasando por Italia, Francia, Reino Unido, India, Japón, Corea del Sur o China.


¿Y por qué es tan importante proyectar el poder naval sobre tierra? En el siguiente apartado veremos más cuestiones, pero hay una significativa: el 80 % de la población mundial vive a menos de 70 millas de la costa. Es decir, se puede tener acceso fácil al 80 % de la población mundial (y a sus recursos, intereses y otras cosas) desde la mar.

 

¿Anfibia? ¿Para qué?

«Si queremos gozar la paz, debemos velar bien las armas; si deponemos las armas no tendremos jamás paz»

—     Cicerón —

 

Las ventajas de las operaciones anfibias son, esencialmente, aquellas que les otorga el partir desde la mar.


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En primer lugar, permiten emplear la mar como espacio de maniobra y los barcos como medio de transporte. Al igual que el comercio se hace mayoritariamente por mar, la forma más eficiente de transportar grandes cantidades de material militar de forma relativamente rápida es por mar. Las aeronaves están enormemente limitadas en capacidad de carga. Los medios terrestres, además de requerir infraestructuras y acceso al territorio por el que quieran transitar, no tienen la misma capacidad de carga que un barco. Por hacernos una idea, un gran mercante moderno puede transportar más de 20 000 contenedores, con lo que harían falta 20 000 camiones para llevar la misma carga.


En segundo lugar, y en línea con lo anterior, la fuerza anfibia no requiere del apoyo de un tercer Estado y es autosuficiente logísticamente. Al operar desde aguas internacionales, puede evitar una escalada de tensión innecesaria, pues su tránsito por la mar no supone, forzosamente, una amenaza. Si añadimos a esto su gran capacidad de desplazamiento, que supera las 300 millas náuticas en un día, la fuerza anfibia se puede mantener a la espera a una distancia que no suponga escalar una crisis o alertar al enemigo. Las operaciones anfibias hacen al que las realiza totalmente independiente, al no necesitar de bases en terceros países para llevar a cabo sus misiones, que pueden ser muy lejanas de su propio territorio.


La inmensidad de la mar tiene otra gran ventaja, y es que otorga el elemento esencial para cualquier operación anfibia: la sorpresa. Ni siquiera con satélites es sencillo encontrar a una fuerza naval en medio de un gran océano. Solo para cubrir el mar de la China Meridional permanentemente, se determinó en 2001 que harían falta 138 satélites. Evidentemente, hay países que han mejorado esta capacidad, pero otros muchos no, y la mar sigue siendo el mejor medio en el que esconder una poderosa fuerza terrestre. Es más, aunque algún satélite detectase una fuerza anfibia, esta podría estar a más de 300 millas de esa posición un día después, lo que supone un área de cerca de 300 000 millas cuadradas.


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Otra ventaja de la fuerza anfibia es, como en el caso de otras muchas fuerzas militares, su capacidad disuasoria. La simple posibilidad de que el enemigo realice un desembarco obliga a un país litoral a repartir sus fuerzas a lo largo de la costa, no pudiendo dedicarlas a las zonas más necesitadas o vulnerables, o únicamente a las fronteras terrestres. Esto es muy significativo en el plano estratégico, pero también en el táctico u operacional, pues una fuerza anfibia apostada frente a la costa enemiga evita que el defensor empeñe todas sus unidades en otros esfuerzos. El desembarco no tiene que llegar a producirse: la simple presencia de una fuerza anfibia estadounidense en el Pérsico durante la operación Tormenta del Desierto obligó a los iraquíes a empeñar unidades en la costa que no pudieron participar en la defensa contra la línea de avance principal, que partió del sur y por tierra. La fuerza anfibia también puede actuar como reserva y, al mismo tiempo, amenazar con un posible flanqueo.


Por último, y derivado de todo lo anterior, la fuerza anfibia tiene un potencial casi inigualable de provocar efectos en todos los planos del enfrentamiento, desde el táctico al político, pasando por el operacional y el estratégico. Por supuesto, parte de esta capacidad deriva de su tamaño, pues una verdadera fuerza anfibia es de una entidad considerable, pero incluso las más reducidas pueden tener impacto al más alto nivel.



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En el plano político, ya hemos hablado de la disuasión. Una fuerza puramente terrestre o aérea difícilmente puede disuadir —convencionalmente— más allá de su entorno cercano. A través de la proyección del poder naval sobre tierra, se puede disuadir a prácticamente cualquier rival que tenga costa e, incluso, a algunos que no la tengan. El general Mattis (USMC) tomó un aeródromo al sur de Kandahar, en Afganistán, país sin acceso al mar, operando desde sus buques anfibios. En el plano estratégico, la capacidad anfibia es sinónimo de flexibilidad. No está condicionada al uso de infraestructuras como puertos o aeródromos, pues los barcos las proporcionan. Tampoco necesita carreteras y, por tanto, permite abrir un segundo frente, flanquear al enemigo y buscar las posiciones más favorables. En definitiva, usar la mar como espacio de maniobra para obtener una ventaja.

 

¿Y qué va a hacer la Armada?

«Si te sientas en el camino, ponte de frente a lo que aún has de andar y de espaldas a lo ya andado»

— Proverbio chino —

 

El documento Armada 2050 es bastante aséptico. Algunos dirán que no dice nada, pero, en cierta medida, un documento estratégico debe ser así. Además, sí dice, y mucho, para el que sabe leer. «Una Armada decisiva en el combate» podría ser el resumen del documento, sobre todo por la ruptura que pretende marcar con la línea anterior de la Armada. Volvemos al combate convencional. Hay que pensar en la guerra; en ganarla. Se habla de «los escenarios más demandantes» y, esto es fundamental, de la capacidad avanzada de proyección, unida a una «composición equilibrada de la fuerza».


Sin embargo, con eso no es suficiente para adivinar por dónde van los tiros. Con aquel gráfico que se publicó poco después, con las construcciones previstas hasta 2037, nos acercamos algo más. Se hablaba de dos nuevos LHD, las obras de media vida de los dos LPD y la aparición de tres LXX. Este plan nos situaría en cinco grandes anfibios, tres de ellos de cubierta corrida, más los tres nuevos LXX, de los que no sabemos mucho.

Evidentemente, esta capacidad anfibia es de una gran entidad, incluso más de la que ya disponía España, cuya Armada lleva años diseñada en torno a la proyección del poder naval sobre tierra. La pregunta es: ¿qué concepto de empleo hay detrás? Normalmente, por razones obvias, no tenemos acceso a esos documentos, pero un reciente artículo de la Revista General de Marina, escrito por un coronel de Infantería de Marina, parece responder a la perfección a nuestra pregunta. La RGM no publica doctrina oficial de la Armada —sus artículos son la opinión personal de los autores—, pero también es una forma en la que publicar, seguramente filtradas, cosas que la Armada quiere que se sepan y que no puede publicar de otra manera. ¿Será este el caso?


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Veamos qué nos cuenta el coronel Ferreira Anido en su artículo «Una fuerza anfibia decisiva para un incierto entorno estratégico».


El artículo habla de la necesidad de disponer de LHD, LPD y LXX, a los que denomina buques anfibios nodriza. Por ahora, todo encaja. Además, establece que los LHD deberán operar aviones STOVL de 5ª generación, useasé, el F35B, e incluye helicópteros de ataque. En este esquema, los LHD serían de 40 000 toneladas, algo más grandes que nuestro Juan Carlos I.


El coronel (como todo marino con dos dedos de frente) lo tiene claro: «las operaciones anfibias no se conciben sin disponer de superioridad aérea» y, si te has leído el apartado anterior, entenderás por qué depender del Ejército del Aire no es una opción. Pierdes todas las ventajas de la fuerza anfibia. Además, nos resuelve uno de los temas más polémicos de los últimos meses: «Si finalmente se opta por una aeronave de despliegue [sic] convencional no STOVL, se deberá añadir a la Flota un portaviones, previsiblemente CATOBAR». Vamos a leer despacio. Primero, dice «Si». Condicional. El CATOBAR será si y solo si ocurre lo que vamos a ver a continuación. Eso quiere decir que no habrá CATOBAR si se compra el F35B. Segundo, dice «se opta», no «optamos». Sería (obviamente, pues antes ha dicho que tiene que ser el F35B), una decisión impuesta a la Armada. Tercero «se deberá añadir». Deber. Obligación. Imposición. La Armada no quiere un CATOBAR. No porque no estaría bien tenerlo, sino porque ningún camino que nos lleve hasta él tiene sentido alguno, como os expliqué aquí. En resumen, el CATOBAR no va a llegar. Es un globo sonda y la Armada, con toda la razón del mundo, va a seguir insistiendo en el F35B hasta que caiga. Los políticos cambian, pero los marinos no.


Otra duda que nos resuelve el coronel es la de los LXX, que dice que podrían inspirarse en el concepto Light Amphibious Warship de la US Navy. Se trata de barcos más ligeros que los LPD, rápidos y con firmas radar, acústica e infrarroja reducidas. La idea es poder transportar hasta dos subgrupos tácticos (compañías reforzadas) hasta la playa, varando como las antiguas cornudas. Se habla incluso de que tengan misiles de ataque a tierra.


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Para mí, este concepto no tiene mucho sentido. Las firmas no se pueden reducir a cero, así que lo van a detectar y enfrentar. Si le ponemos todos los medios necesarios para defenderse, habremos construido una carísima fragata que, encima, lleva a bordo a más de doscientos infantes y que vamos a llevarla hasta la mismísima playa. Va a durar menos que un caramelo en la puerta de un colegio.


Pero volvamos al concepto anfibio de la Armada… o, al menos, del coronel Ferreira. Se plantean tres unidades anfibias expedicionarias, cada una basada en un LHD (o LPD, entiendo) y con un LXX. Cada una transportaría un batallón reforzado (un grupo táctico) y debería contar con dos escoltas con capacidad ASW y algún submarino en apoyo. Dos escoltas, desde luego, se antoja muy poco. Hay que proteger, al menos, a dos barcos relativamente indefensos y, probablemente, a tres, pues habrá que incluir un buque de aprovisionamiento o petrolero de flota.


Y todavía no hemos hablado de los infantes. El artículo propone una unidad de entidad brigada con, al menos, cuatro batallones reforzados de desembarco. Esto quiere decir que el TEAR, que actualmente tiene tres, debe crecer considerablemente. De hecho, si se mantienen los dos LPD (para eso se modernizan, ¿no?), lo lógico sería tener cinco BRD, uno para cada anfibio grande, y que los ciclos operativos se sincronizasen.

Con estas unidades, se podrían tener hasta tres grupos anfibios independientes o juntarlas en un grupo anfibio más grande (dos barcos grandes, dos BRD) y uno pequeño o, incluso, en uno muy grande con todos los anfibios y tres batallones, capaz de poner en tierra una unidad de entidad brigada.


Otra duda que nos ha resuelto el artículo del coronel Ferreira es la de los futuros cazaminas. Recientemente os expliqué que no tiene ningún sentido cazar minas desde barcos, salvo que lo estés haciendo en aguas propias. Se va a tener que hacer desde drones submarinos y es bueno confirmarlo (si es que podemos tomar este artículo como la postura oficial de la Armada).


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Otras capacidades interesantes que se citan como necesarias son drones de ISR (ya tenemos), ataque y alerta aérea temprana. Estos dos ya tienen que ser de un tamaño mayor y, para ser de utilidad para la fuerza anfibia, evidentemente, embarcables. También aparece una nueva embarcación de inserción de buceadores de combate (TDV) y las municiones merodeadoras.


El coronel admite que, hoy en día, lograr la sorpresa táctica es cada vez más difícil, pues el campo de batalla se va haciendo más transparente. En ese sentido, la mar sigue siendo el mejor sitio en el que esconderse y, aunque sea cierto que se ha hecho más pequeña, hay muchos países que aún están lejos de poder explorar grandes trozos de mar de forma continua. En el artículo se defienden la dispersión y la velocidad como soluciones, citando a los LCAC como conectores buque-costa rápidos, capaces de navegar más allá del horizonte y de varar en cualquier playa (las LCM están muy limitadas en ese sentido). Además, no necesitan que se inunden los diques de los buques anfibios, aligerando mucho la maniobra. Otra cuestión que coincide plenamente con el famoso gráfico.

 

Concurrente, paralelo y detallado

«No basta tener un sano juicio, lo principal es aplicarlo bien»

— René Descartes —

 

Entonces, ¿hemos leído en la Revista General de Marina el concepto de operaciones anfibias de la Armada? No tenemos forma de saberlo. La realidad es que, como decimos los marinos, la sonda coincide con la carta; es decir, todo encaja. Desde luego, si no lo es, bien podría serlo.


De este artículo, lo verdaderamente importante es la primera parte. Espero haberte demostrado que la capacidad anfibia es fundamental. Cuando la apliques al caso de España, intenta enfocarla desde los prismas que hemos citado: disuasión, abrir un segundo frente, flanquear al enemigo y buscar las posiciones más favorables. No te limites a pensar en recuperar un pequeño territorio que el enemigo ha tomado… esa no sería la forma más inteligente de hacerle frente.

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La capacidad anfibia es autónoma por definición. El que te diga lo contrario, generalmente sabe más de cuestiones terrestres o aéreas que de las navales… o directamente no sabe de ninguna.


El plan que parece que propone la Armada es viable económicamente, como te demostré en este artículo y, aunque ahí hay menos margen, industrialmente también está dentro de nuestras capacidades… o cerca. La clave es que se mantenga la inversión en el 2 % del PIB (al menos) y que la Armada reciba la parte que le corresponde. Mi opinión es que debería recibir más, pero eso es harina de otro costal. Mientras que no haya una financiación de Defensa a largo plazo, que permita hacer planes con ella, la Armada está haciendo lo que tiene que hacer: planear con lo que hay y adaptarse por el camino. Los ajustes posteriores que vengan impuestos no serán culpa de la Armada, sino del que no le haya dado la financiación que necesita.

 

Y hasta aquí el artículo. El artículo anterior en el blog disecciona el plan Armada 2050 completo y demuestra su viabilidad económica (de hecho, para 2037), añadiendo algunas propuestas de mi cosecha. Échale un vistazo aquí y, si te ha gustado, apúntate a la dotación. Son los primeros en leer estas cosas e, incluso, les mando algunas otras que no están publicadas. También he hecho algún sorteo y descuentos exclusivos. Embárcate con nosotros aquí.

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Bibliografía

  • Ferreira Anido, M. (2025): «Una fuerza anfibia decisiva para un incierto entorno estratégico», Revista General de Marina, septiembre de 2025, Armada, Madrid.

  • Palés Castro, M. (dir.) (2004): Diccionario de citas, Espasa Calpe, Madrid.

  • Supervielle Bergés, F. (2021): «Ala fija embarcada: ¿necesidad o quimera?», Revista General de Marina, junio de 2021, Armada, Madrid.

  • Supervielle Bergés, F. (2022): «Despegue corto, aterrizaje vertical y polémica horizontal», Global Strategy, 20 de noviembre. Disponible en: https://global-strategy.org/despegue-corto-aterrizaje-vertical-y-polemica-horizontal/ [Consulta: 19 de octubre de 2025].

  • Supervielle Bergés, F. (2024): Táctica naval, Amazon. https://amzn.to/47hFGBY

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