El desfile del 12 de octubre es, posiblemente, el momento del año en el que las Fuerzas Armadas se acercan más al español «de a pie». Curiosamente, no es el Día de las Fuerzas Armadas, que se celebra a finales de mayo en la festividad de San Fernando, sino el Día de la Hispanidad o de la Fiesta Nacional. Pero esto no quita que, al igual que la mayoría de los españoles, que si piensan en un gran desfile militar suelen pensar en el 12 de octubre, para todos los militares este evento tenga un significado muy especial.
En este artículo intentaré dar una perspectiva distinta del desfile del 12 de octubre en Madrid. Una perspectiva «desde dentro», contando la experiencia como la vive uno de los participantes. En concreto, nos pondremos las gafas de un alumno de la Escuela Naval, pues es la forma en la que yo lo viví y como mejor puedo contarlo.
Son solo unos minutos… que duran semanas
«No creo en la suerte, creo en la preparación»
— Bobby Knight —
La Escuela Naval Militar participa en el desfile del Día de la Fiesta Nacional con una compañía formada por los alumnos de tercer y cuarto curso, es decir, guardiasmarinas de primero y segundo. Sobre los nombres raritos que usamos los marinos, escribí esto, y sobre la vida en la Escuela Naval Militar y el resto de la carrera de oficial, esto otro.
Una compañía es una unidad militar de pequeña-mediana entidad, mandada por un capitán (un teniente de navío, en la Armada). A efectos de los desfiles, la conforman 81 hombres (y mujeres, claro), en un cuadrado de nueve por nueve. A su vez, este cuadrado se divide en tres secciones de tres columnas, cada una al mando, normalmente, de un teniente. En la Escuela Naval, para el desfile de Madrid, estas secciones las suele mandar un alférez de fragata, es decir, un alumno de quinto curso. Algún año también las ha mandado un brigadier, es decir, un guardiamarina ejerciendo funciones de instructor de otros alumnos. El mando de la compañía suele ser uno de los tenientes de navío comandantes de brigada (jefes de curso) y le acompaña un guion o banderín, portado normalmente por el alumno más antiguo.
Además de la compañía, la Escuela Naval suele aportar la escuadra de gastadores, la Bandera con su escolta y el mando de batallón del batallón de escuelas de la Armada. Vamos por partes.
Los gastadores son una pequeña formación de siete que abre los desfiles. Su existencia viene heredada de los hombres que abrían camino a las formaciones militares cuando atravesaban terreno difícil, por eso muchos llevan a la espalda un hacha u otro tipo de herramienta (no los de la Escuela). Hoy en día se les elige por ser especialmente distinguidos desfilando y, a menudo, por su talla. Puede sonar simplón, pero impresiona más un grupo de siete aguerridos de 1,90 m que uno de gente de mi talla. Antiguamente, también se buscaba que lucieran barbas frondosas y fueran fornidos, buscando siempre esa potente primera impresión castrense. Esta formación de siete desfila muy abierta, ocupando casi lo mismo que una compañía. Por esto y porque van los primeros, se les ve mucho, y de ahí que se elijan entre los mejores. Todos portan fusil (no hay banderín, ni oficiales con sable, ni nada) y los manda el cabo gastador, que desfila el primero, con dos filas de tres a su espalda.
La Bandera de combate de cualquier unidad es la que la representa, con la que se hacen las juras de bandera y la que preside casi todos los actos castrenses de importancia. El abanderado es un alférez o teniente (alférez de fragata o de navío) y, en la Escuela Naval, el alumno más antiguo, es decir, el número uno de la promoción que está en quinto. La bandera desfila, portada por el abanderado y escoltada por tres hombres (o mujeres, claro) portando fusil. Ha de desfilar siempre precedida y seguida de una formación armada (protegida), por lo que se coloca justo después de la primera compañía. En el desfile de Madrid, desfilan las banderas de todas las unidades juntas, escoltadas por la Guardia Real.
El batallón es la unidad inmediatamente superior a la compañía. Mandado por un comandante o teniente coronel (capitán de corbeta o capitán de fragata), en una orgánica estándar suele estar compuesto de tres compañías. A efectos del desfile de Madrid, aglutina varias compañías de distintas unidades que desfilan juntas. En el caso de la Armada, el batallón de escuelas lo suelen conformar una compañía de la Escuela Naval y una de la Escuela de Suboficiales. El mando, en mi experiencia, suele ser el jefe de instrucción de la Escuela Naval, un capitán de corbeta, aunque también puede ser de la Escuela de Suboficiales. El mando del batallón lleva consigo un banderín que representa a todo el batallón (otro alumno caracterizado), un cornetín de órdenes (suboficial o tropa, normalmente) y un ayudante (teniente de navío, generalmente otro profesor). Tras ellos, desde hace unos años viene desfilando una plana. Esta pequeña formación de seis, que en la Armada no existía pero se ha implantado en Madrid proveniente del Ejército de Tierra, conforma en la teoría el grupo de apoyo al mando. En la práctica, la Escuela ha llevado a alféreces de fragata o a otros profesores.
En definitiva, tenemos 81 guardiamarinas en la formación, dos banderines, siete gastadores y tres escoltas, que hace un total de 93 sin contar los reservas ni el abanderado o los mandos. Sin embargo, entre las dos promociones de guardiamarinas suelen sumar más de cien alumnos, por lo que algunos se quedan fuera. Lo normal es que todos los de cuarto tengan la oportunidad de desfilar (la antigüedad es un grado), salvo que sean muy cojos, y los de tercero «se peleen» por los puestos que quedan. Esta selección se puede hacer por antigüedad dentro de la promoción, seleccionando a los que mejor desfilan o por otros métodos.
El curso en la Escuela Naval empieza el 1 de septiembre. Esa misma semana, empiezan los ensayos para el desfile de Madrid. Los participantes son guardiamarinas, lo que quiere decir que llevan, al menos, dos años desfilando; pero están acostumbrados a hacerlo en brigadas, es decir, cada curso por su cuenta, y ahora van a tener que mezclarse. Además, el verano puede haber sido muy largo para algunos (más para los que vienen del Elcano) y, sobre todo, Madrid tiene un hándicap importante para los alumnos de la Escuela Naval: en la Armada se desfila con el fusil en el brazo derecho, estando las tribunas a la izquierda de las formaciones en el sentido de la marcha. En el Ejército de Tierra, y por tanto en Madrid —porque todos sabemos qué ejército tiene preponderancia en esta nuestra «casi-ínsula»—, se desfila con el fusil sobre el hombro izquierdo, quedando la tribuna a la derecha. Más allá de que, si eres diestro, tu brazo fuerte suele ser el derecho, y que es con el que llevas haciendo callo dos o tres años, de repente tienes que bracear con el brazo contrario, y esto puede suponer un cambio más difícil de acometer de lo que parece.
El primer día, los 81 alumnos que compondrán la compañía ponen las punteras perfectamente alineadas en la larga línea blanca que atraviesa la explanada de la Escuela. Se colocan más o menos por altura. Llevan desfilando en ese orden en sus brigadas desde primero, pero con 18-21 años hay gente que aún está creciendo y, en cualquier caso, hay que intercalar a los de tercero con los de cuarto. Esto de que se desfila por alturas puede haber pasado desapercibido para muchos, pero es evidente en cuanto uno se fija: los más altos delante y los más bajitos detrás. Así se evita que diferencias de altura entre militares que desfilan uno junto al otro rompan visualmente la uniformidad de la formación. Esto ocurre en las formaciones que no son de alumnos, pues suelen poner una primera fila de suboficiales, una segunda de cabos primeros e, incluso, una de cabos, con lo que es perfectamente posible que el marinero más alto, en la tercera fila, sea más alto que los dos que tiene delante, causando una impresión, para mi gusto, nada buena.
El mando de la compañía (teniente de navío) y los mandos de sección (alféreces de fragata, normalmente) van tallando a los alumnos. Se les suele tallar con gorra y, desde luego, con los zapatos con los que desfilan, pues no importa tanto su estatura como la altura real a la que estarán el día del desfile. A medida que se van tallando grupos de nueve, se sacan de la larga línea para ir conformando la compañía por filas.
Los ensayos en la Escuela se hacen en la explanada, delante de la famosa escalera monumental donde se sitúa la tribuna en los actos. La explanada tiene unos 200 m de largo, desde el edificio de Jefatura de Instrucción y la pista de atletismo al palo de señales, y durante un ensayo se le puedan dar unas diez vueltas hasta el primer descanso. Esto los guardiamarinas, claro. Los aspirantes de primero dan más vueltas que un hámster en su rodillo hasta que cogen el callo suficiente. Con dos o tres descansos por tarde, los ensayos duran unas dos horas y, al final, la compañía habrá desfilado cerca de diez kilómetros (más, algunos días). Así se pasan las seis semanas desde el 1 de septiembre al 6 o 7 de octubre, aprovechando todas las tardes que permite el apretado calendario académico de los alumnos.
La uniformidad para los ensayos es la faena, un uniforme compuesto por pantalón y marinera azul en tejido pirorretardante y una camiseta blanca debajo. Desde hace unos años, pone «ARMADA» en letras reflectantes en la espalda. Es la misma uniformidad con la que se trabaja a diario en los barcos, aunque zapatos y prenda de cabeza cambian. Además, en los barcos se suele llevar la marinera hasta la muñeca, mientras que para desfilar se remanga. La gorra es la de plato, la tradicional, mientras que en los barcos, en los pocos momentos en los que se usa, se lleva la gorra de béisbol copiada a los americanos (¡Ay! La boina…). Los alumnos calzan enterizas, un botín sin cordones y con tacón de madera que les permite «clavar tacón» para marcar y estilizar el paso.
El fusil reglamentario de los alumnos de la Escuela Naval es el Mauser Coruña 1943, derivado del Mauser 1893, unos fusiles con cuerpo de madera y que, pese a su edad, aún disparan; de hecho, se usan para las salvas durante los homenajes a los caídos. Teóricamente, pesa 4 kg, aunque puede que esto no incluya la bayoneta y, con toda seguridad, la impresión es que pesa bastante más. La mayoría de las unidades desfilan con el actual fusil reglamentario en las FAS, el HK G36E, pero otras, por tradición, mantienen el conocido como «chopo». Las escuelas de oficiales y la Guardia Real son algunos ejemplos. Desde luego, el «chopo» da mucha más prestancia, si bien los desfilandos sufren en sus carnes el peso añadido.
Por último, citemos una particularidad de la Armada, y es que desfilamos mucho más pegados que nuestros compañeros de Tierra y mucho, mucho más que los del Aire. Quizás esto tenga su origen en el reducido espacio a bordo, pero la cuestión es que nosotros marcamos la distancia con el compañero de al lado con un codo, mientras que en Tierra lo hacen extendiendo el brazo y en el Aire con el doble de esta última distancia. Esto supone que nuestras formaciones se vean mucho más apiñadas y, si bien tiene la ventaja de que estás en contacto físico con tu vecino, lo que puede facilitar la alineación, tiene un gran inconveniente. Nueve guantes blancos relucientes, sobre un fondo de bocamangas azul marino, dan un espectáculo digno de verse moviéndose acompasados. Ahora bien, como haya uno solo fuera de lugar, aunque sea un milímetro, cualquiera se va a percatar y la imagen es malísima. Con distancias mayores, estos detalles se difuminan.
Madrid
«El éxito depende de la preparación previa, y sin dicha preparación seguramente habrá fracaso»
— Confucio —
Entre cinco y siete días antes del desfile, la compañía de guardiamarinas y todos sus «anexos» se trasladan a Madrid en autobús. Esto incluye el armamento, que se lleva con la debida escolta. Esos últimos cuatro o cinco días están reservados para ensayos conjuntos en el propio Madrid, aunque como cortar la Castellana durante una semana estaría feo, los ensayos suelen tener lugar en una de las grandes bases aéreas de Torrejón o Getafe.
Los primeros ensayos tienen lugar por agrupaciones. La agrupación es, a efectos del desfile, la unidad orgánica superior al batallón. En la realidad, sería el regimiento o la brigada, pero en el desfile de Madrid se usan las agrupaciones. Son tres. La primera incluye los batallones de alumnos de las academias de oficiales y suboficiales: Armada, Tierra, Aire y Guardia Civil. La segunda son el resto de batallones, que suelen incluir una representación de las unidades de los tres ejércitos. Aquí es donde se suelen ver a la conspicua compañía de montaña o una compañía de la Flota, por ejemplo. La tercera agrupación a pie es la de las unidades de paso especial: legionarios y regulares. Por razones obvias, no pueden desfilar con los demás, así que lo hacen al final. Los legionarios dejan un buen hueco y, entonces, salen disparados Castellana arriba (o abajo) hasta alcanzar, o casi, a la segunda. Los regulares les siguen, también a 180 pasos por minuto, hasta que poco antes del paso por tribuna reducen el paso a su tradicional paso lento, abriéndose así un hueco entre legionarios y ellos.
Por tanto, los primeros días los alumnos de la ENM ensayan con sus compañeros suboficiales y sus contrapartes de los otros ejércitos y la benemérita. Esta agrupación la manda un coronel o capitán de navío, escogido entre los directores de todas las academias representadas. Al igual que el jefe de batallón, le acompañan un cornetín de órdenes, un guion o banderín y un ayudante (comandante o capitán de corbeta). Abre el desfile de su agrupación, seguido por la escuadra de gastadores del primer batallón (ENM), primera compañía del primer batallón (ENM), segunda compañía del primer batallón (ESUBO), escuadra de gastadores del segundo batallón (AGM), primera compañía del segundo batallón (AGM), etc. La Armada tiene la prerrogativa de desfilar la primera, y esto significaba que, en tiempos, abría el desfile de Madrid. Hoy en día lo abre la Guardia Real, que tiene entre otras (como la de escoltar las banderas de todas las unidades participantes) esa prerrogativa. La Guardia Real desfila con un batallón compuesto por escuadra de gastadores, banda de música y una compañía por ejército: Monteros de Espinosa, Mar Océano y Plus Ultra. Me refiero solo a los que desfilan a pie, claro. Estos primeros ensayos son supervisados por el capitán de navío o coronel jefe de la agrupación y son una oportunidad para los alumnos de conocer a sus contrapartes. En mi época, nos encontrábamos con viejos amigos de las academias preparatorias que había tenido la mala suerte de convertirse en pistolos o gaviotos. La esplanada de las bases aéreas es mucho más larga que la de Marín y cada pocas vueltas se hace un descanso. Ya no se trata de hacer brazo o moldear psicológicamente: el gran día se acerca y ya solo quedan por pulir esos pequeños detalles que marcan la diferencia.
Los días previos al desfile llega la parte más divertida. Las tres agrupaciones de a pie se reúnen en la base aérea para ensayos conjuntos. A veces, hasta aparecen los de la Guardia Real, los expertos en grandes actos protocolarios. A pesar del espacio disponible, se reúnen unos siete u ocho batallones, haciendo un total de cerca de veinte compañías, además de gastadores, bandas de música, mandos, etc. Normalmente, las agrupaciones desfilan por turnos, dando una o dos vueltas mientras las otras miran. Esto es una oportunidad única de presumir delante de compañeros de ramas tan alejadas a la nuestra como pueden ser los paracas o los legías. Y, a pesar de que se ven pequeñas coñas como golpes en el suelo con el chopo para intentar hacer perder el paso a los otros, normalmente se respira un ambiente de camaradería inimaginable.
Una de las cosas que siempre recuerdo es estar ensayando delante de la tercera agrupación (Legión y Regulares) y hacer el «vista derecha», momento en el que todos los miembros de la compañía, excepto la fila de la derecha, miran hacia la tribuna y, a la voz de ¡Vi-vaEs-paña! del mando, gritan: ¡VIVA! No os hacéis una idea del griterío con el que nos contestaron los legionarios.
Tengo alguna otra anécdota divertida de aquellos ensayos. Si recordáis, os conté que los gastadores son elegidos entre los que mejor desfilan. En la Escuela, más allá de que hacen los giros cruzándose (el de la derecha pasa a la izquierda y viceversa), «solo» desfilan con más porte que los demás, pero en otras unidades es tradicional que las escuadras de gastadores hagan movimientos heterodoxos con el fusil. Sí, me refiero a lanzarlo por el aire y esas cosas. Esto es impresionante con el HK, pero hacerlo con el chopo ya es de otra liga. Pues resulta que hay una escuadra de gastadores del Ejército del Aire que se dedica a esas cosas. Yo tenía el recuerdo de que eran de los zapadores paracaidistas, pero alguien me dijo después que eran del Cuartel General. No lo sé. La cuestión es que estos tíos desfilaban muy bien, pero eso, a aquellas alturas, lo hacíamos casi todos. Lo increíble era lo que hacían con el fusil. Como iban tan sobrados, aprovechaban los descansos para ir practicando sus movimientos, que incluían lanzar el fusil por los aires, pasárselo por detrás de la espalda, sostenerlo en posiciones inverosímiles y cambiárselo entre ellos.
Impresionado, aproveché un momento de descanso común para acercarme y charlar con el cabo gastador (que, además, era cabo; el resto eran soldados por tratarse de una unidad normal y no una escuela de oficiales o suboficiales). Le estuve preguntando y me contó que tenían una hora de deporte al día, una o dos horas más de gimnasio orientado específicamente a los movimientos que hacían y dos o tres horas de ensayo. ¡Prácticamente todos los días! Y hacían tales virguerías que os aseguro que, a pesar de saber todo lo que ensayaban, yo seguía boquiabierto. Bien, pues en estas que se nos acerca un compañero guardiamarina, gastador y buen amigo mío. Y le pregunta al cabo que qué truco tenía todo aquello. Que si el fusil estaba hueco por dentro. Ni corto ni perezoso, pero muy respetuoso, el cabo le pide el chopo a mi compañero, lo agarra, lo lanza tres o cuatro metros en el aire y lo coge por la espalda con una mano, llevándolo a la posición de firmes y golpeando el suelo con un golpe seco. Con un «a sus órdenes, caballero», se lo devolvió a mi compañero, que creo recordar no fue capaz de articular palabra.
12 de octubre, Fiesta Nacional
«Cuanto más sudes en los entrenamientos, menos sangrarás en la batalla»
— Michael «Air» Jordan —
A las cinco de la mañana ya estás despierto. El desayuno es potente. Hoy no se puede caer nadie y entre la gorra apretándote la sien y cada articulación en tensión, la sangre no fluye todo lo que debería cuando pasas mucho tiempo en firmes.
En el comedor hay bullicio a pesar de la hora. Todos están nerviosos, aun siendo conscientes de que son una auténtica máquina de desfilar. Pero es el gran día. El único día al año que les dejan ser protagonistas para media España. Tiene que salir perfecto.
Después de desayunar, toca cambiarse. La tarde antes hubo una revista de policía, en la que los mandos comprobaron que todo estaba en orden. De no ser así, tienes unas últimas horas para solucionarlo o te sustituirá un reserva. Alguno puede pensar que raya lo absurdo: al quinto de la quinta fila no lo va a ver nadie, pero ninguno de los que está dentro de la formación piensa eso. Muchos estrenan zapatos. Han pasado horas lustrándolos pero, además, son nuevos. Ellos mismos se exigen más que nadie y una mínima arruga en la piel negra es motivo suficiente para dejarse una parte del sueldo en unas enterizas nuevas.
Las fundas de las gorras y los guantes relucen de blanco impoluto, mientras que los uniformes azul —marino, claro—, son peinados cuidadosamente hasta extirpar la más mínima pelusa. El uniforme de hoy es de gala: pantalón y marinera azul marino, esta última con dos hileras verticales de siete botones. El famoso «catorce». El cuello es cerrado, sin corbata, como antiguamente. Si por mi fuera, el uniforme de los oficiales sería así toda la carrera, sin necesidad de adoptar el traje de chaqueta con botones dorados que copiamos a los ingleses. Del hombro derecho cuelgas el cordón dorado que te identifica como alumno de la escuela de oficiales. Los suboficiales lo visten blanco. El cordón tiene dos trenzas, que pasan a ambos lados del brazo para unirse en el segundo botón de la marinera. Encima se viste el correaje, marrón, compuesto por cinturón con cartucheras y dos tirantes cruzados a la espalda. Todos lo han ajustado cuidadosamente a su medida los días anteriores, e incluso algunos le dan un par de puntadas para que no se mueva. Para los ensayos usabas otro, para no ensuciarlo.
Antes de las siete de la mañana, chopo en una mano y bayoneta al cinto, embarcas en el autobús. Antes de las ocho estás en la Castellana. En mi época, se salía de Atocha y se subía por el Paseo del Prado y Castellana, con la tribuna en Colón o alguna otra de las plazas. Al bajar del autobús, notas que ya hay gente en la calle. Mucha policía, pero también muchos madrileños y españoles de otros sitios que se han acercado. Compañeros de otros ejércitos, vistiendo sus mejores galas, literalmente. Se forma para comprobar que está todo el mundo y, normalmente, se da un rato libre. Somos militares y hemos llegado casi dos horas antes. Más vale eso que un minuto tarde.
Si tienes suerte, tu familia ha venido a verte. Si no, casi todos tenemos algún amigo en Madrid, y más con esa edad en la que están todos en la universidad. Aprovechas el rato para estar con ellos y hacerte fotos. Te ven serio. Concentrado. A ellos les llama la atención que te puedas llevar el fusil por ahí como si nada. Tú no haces más que mirar alrededor por si pasa algún mando al que saludar o por si os llaman. Por la megafonía ya suenan marchas militares. Inconscientemente, llevas el paso. A estas alturas, tendrías que concentrarte para no hacerlo.
Cerca de una hora antes de que empiecen los actos, el guion de la compañía manda formar. No tiene que estresarse mucho: estábamos todos allí, cerca, esperando impacientes. El guion da la novedad a los mandos y el jefe de la compañía nos deja «a discreción».
Los años que tuve la suerte de ir a Madrid, la primera agrupación formamos en el mismo paseo del Prado, con la cabeza hacia el sur. Al comenzar el desfile, haríamos un cambio de sentido en la esquina y empezaríamos a subir hacia la tribuna. Las otras dos agrupaciones formaban en las otras calles adyacentes, Atocha y Santa María de la Cabeza, creo. Tiene que estar todo perfectamente sincronizado, porque el batallón de honores de la Guardia Real participa en los actos previos y encabeza el desfile, con lo que la Escuela, primera de todas las demás formaciones, tiene que acompasar su llegada para no dejar mucho hueco pero tampoco crear tapón.
Los actos previos consisten en la incorporación de la Bandera y un homenaje a los caídos. A pesar de que estamos a cientos de metros, participamos, rindiendo honores con los fusiles en presenten cuando corresponde. Puede parecer un poco ridículo, pero la agrupación es larga y, si bien nosotros estamos a medio kilómetros, los suboficiales de la Guardia Civil probablemente estaban muy cerca. Y el jefe de la agrupación no puede mandar solo a la mitad.
Con el paso de las horas, Madrid se ha puesto de bote en bote. Las aceras están a rebosar, se ven rojigualdas por todas partes y, cada poco, alguien se arranca con un grito de ¡Viva España! ¡Viva la Guardia Civil! ¡Viva la Armada!
Por fin, llega el momento. Los vítores y aplausos se atenúan un poco en tus oídos. Solo escuchas la marcha y la voz de tu jefe de compañía: ¡De frenteeeee… ! ¡Arr! Pisotón izquierdo y salimos. Se te hincha el pecho. El chopo, de repente, no pesa. No hace frío y vas bien abrigado, pero tienes la piel de gallina. Tras el giro, la castellana se alinea ante ti. Al fondo, la Guardia Real está haciendo su propio giro, un poco más arriba, para incorporarse a la cabeza del desfile.
Vamos.
Es cuesta arriba, pero no se nota. Ahora sí que grita la gente. Se oyen vivas a cada paso y te creces. El chopo es tan liviano como un palo de escoba y clavas los tacones en el asfalto como si quisieras llevarte un trocito de Madrid contigo. El brazo derecho sube y baja recto como una tabla y a tus lados notas como tus compañeros también han alcanzado ese punto en el que se comerían el mundo de un bocado.
Los metros pasan y se acerca la tribuna. Un poco más adelante, tus gastadores alcanzan la plaza. Te vuelves a poner un poco nervioso. Es el momento clave. Pasas por delante de su majestad el rey. Símbolo de España y representante de todos los españoles. Capitán general de las Fuerzas Armadas. Además, es el momento en el que sueles salir en la tele, así que es cuando te verán todos los españoles que no han podido acercarse a Madrid.
La maniobra es relativamente sencilla, pero no está exenta de poder fallar. A la voz del mando de compañía, todos los miembros de la formación (excepto la columna derecha, la de los guías o pernos) giran su cabeza hacia la tribuna. En esa postura, en la que aún tienes que mantener una perfecta alineación y braceo, el mando gritará ¡Vi-vaEs-paña!, a lo que todos contestaréis con un viva. A continuación, «vista al frente» y cada fila en un paso izquierdo girará su cabeza hacia delante. Bien ejecutada, la pasada es espectacular, pero son muchas cosas a coordinar y una sola gorra que no gire en el momento justo quedará fatalmente retratada. Y el griterío que impide escuchar las órdenes del jefe de la compañía no ayuda.
Ya llega.
«¡Vista a la derechaaaaa… ¡ ¡Arr!»
Fuerte cabezazo a la derecha y concentrado en mantener el braceo y la alineación. Pero sin despistarte, porque está a punto de llegar:
«¡Vi-vaEs-paña!»
«¡¡¡VIVA!!!»
Por un momento, piensas que te has quemado las cuerdas vocales. Con la mirada, buscas a la autoridad, que devuelve el saludo.
«¡Vista al frenteeee… ¡»
No te despistes.
«¡Arr!»
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cuenta hasta que le toque a tu fila y da un cabezazo al frente. No pierdas el paso. No dejes de bracear.
La tribuna ha pasado. Ha sido todo tan rápido. Tantas semanas de preparación para tres escasos segundos.
Pero ha merecido la pena. Y los gritos y vítores de miles de personas te siguen llevando en volandas.
Unos pocos cientos de metros después, el desfile se acaba. La formación coge una de las calles laterales y se disuelve. Quizás se hacen una foto de recuerdo, pero en pocos minutos están de vuelta en los autobuses. Eso sí, con un recuerdo para toda la vida.
Espero que te haya gustado esta visión particular del desfile del 12 de octubre. Si quieres tener acceso exclusivo a más información de nuestra Armada, suscríbete y podrás leer antes que nadie artículos como este o sobre nuestros barcos, aeronaves, operaciones especiales y otros muchos temas. Tengo en mente comentar en directo el desfile de este año. La única plataforma que me permite hacerlo es Instagram, así que, si estás interesado, sígueme y nos vemos el día 12.
¡Un saludo, dotación!
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