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Avances de la doctrina anfibia en la campaña del Pacífico

Actualizado: 4 feb

La Segunda Guerra Mundial, para la mayoría de los europeos, significa el ascenso y derrota de Hitler. Es normal. Se trata de pura cercanía geográfica; es en lo que nuestros antepasados se vieron envueltos y, de alguna manera, ha configurado la situación regional actual. Pero la guerra tuvo otro teatro de operaciones muy importante que, de hecho, se alargó más que el europeo. Me refiero, obviamente, al Pacífico. Después de despertar al león en Pearl, Japón se enfrentó a Estados Unidos por el dominio de la masa de agua más grande del mundo… y de todo lo que lleva asociado.


Entre esas cosas se encuentran una serie de islas, aparentemente insignificantes, pero que permitían a uno u otro contendiente utilizarlas como base avanzada y, así, amenazar el territorio enemigo o defender el propio.



La conquista de estas islas se realizó, lógicamente, mediante desembarcos anfibios. Los americanos lo llamaron island hopping, «saltitos entre islas». Pero que a nadie le lleve a engaño. La campaña del Pacífico les salió bien cara.


En el transcurso de la guerra, la doctrina anfibia (el conjunto de procedimientos y normas usados para estas operaciones) sufrió una gran evolución, conformando al final de la misma lo que hoy conocemos como operación anfibia.


Evolución de la doctrina anfibia en el Pacífico. Segunda Guerra Mundial, USMC, US Navy.


Preliminares

La doctrina anfibia estadounidense se desarrolló en la década de los años 30, culminando con la publicación en 1938 del Landing Operations Doctrine. Este manual sufrió revisiones en el 41 y el 42 —justo antes de Guadalcanal— y una en el 43 ya con las lecciones aprendidas en los primeros desembarcos de la guerra. Desde 1935, la fuerza de marines (United States Marine Corps o USMC) estuvo realizando ejercicios de desembarco con la marina de los EE.UU. (US Navy). En estos ejercicios se vieron las carencias en material específico, técnicas de fuego naval y bombardeo aéreo, procedimientos de mando y control, equipos de comunicaciones y adiestramiento.


Con lo aprendido, los americanos comenzaron a desarrollar una barcaza de poco calado para desembarcos (la futura Landing Craft Vehicle and Personnel o LCVP) y un vehículo de cadenas anfibio (el Landing Vehicle Tracked o LVT, archiconocido como amtrac). También aparecieron las primeras LCM (Landing Craft, Medium), lanchas de desembarco cuya evolución aún está en servicio en la Armada Española. A partir de 1941, cuando la entrada en guerra de EE.UU. se hacía más probable, se hicieron más ejercicios, liderados en su mayoría por el mayor general Holland Smith, que luego mandaría muchas de las fuerzas de desembarco en el Pacífico.



Guadalcanal

La campaña anfibia del Pacífico tuvo su pistoletazo de salida en Guadalcanal, una dura y larga batalla que ya dejó entrever lo que se les venía encima a los marines y a las divisiones del ejército de tierra (Army) que luchaban con ellos. En Guadalcanal ya se emplearon medios aéreos, navales y terrestres, como se haría en el resto de desembarcos.


Roosevelt había pactado con Churchill centrarse primero en la campaña contra Hitler, pero Guadalcanal, la isla principal de las Salomón, suponía una amenaza para americanos y australianos, pues desde allí los japoneses les podían atacar. Los americanos también esperaban que la flota japonesa acudiera al envite y poder derrotarla (los americanos habían conseguido la iniciativa naval dos meses antes en Midway).


El desembarco en Guadalcanal se llevó a cabo tras una intensa campaña de fuego naval y bombardeo aeronaval, y dos desembarcos secundarios que tenían la intención de asegurar los flancos del asalto. El desembarco en sí se realizó sin apenas oposición. Las tropas japonesas decidieron retirarse a la selva, llevándose consigo todos sus pertrechos e inutilizando lo que dejaban detrás. Esto supuso que la batalla se alargara enormemente, hasta los seis meses, llegando a sumar más de 40.000 muertos y cerca de sesenta barcos hundidos entre los dos bandos.


Como habían planeado los yanquis, el ataque atrajo a la flota japonesa, pero, como se suele decir, ten cuidado con lo que deseas… Dando una cátedra de operaciones navales nocturnas, los japoneses les dieron un baño en la conocida como batalla de Savo. Por suerte para los aliados (había australianos y neozelandeses también) el almirante japonés, temeroso de los portaaviones estadounidenses, abandonó la zona sin aprovechar su ventaja para actuar sobre las tropas que estaban en tierra.



La retirada de la flota aliada dejó a la primera división de marines prácticamente aislada en Guadalcanal, lo que la obligó a redoblar sus esfuerzos en habilitar el aeródromo para poder recibir apoyo por medios aéreos.


Como fallos principales norteamericanos en esta batalla podemos citar la escasa inteligencia con la que contaban antes del asalto, incluyendo información sobre la orografía de la isla. La falta de una logística que apoyase a los infantes en tierra también estuvo a punto de dar al traste con los planes aliados, aunque es parcialmente entendible por la lejanía de sus bases. A pesar de todo, la logística estadounidense fue mejor que la nipona y quizás por eso ganaran la contienda.


En un tono positivo destacó el empleo del fuego naval de apoyo y de la propia artillería orgánica de los infantes estadounidenses. Aquí vamos a hacer un inciso. Vamos a estar hablando de fuegos, de bombardeos y de artillería. Para aclararnos, en una operación anfibia el apoyo de fuegos puede ser naval (desde los barcos con sus cañones), aéreo (aviones con bombas) o terrestre (generalmente orgánico —o sea, de ellos mismos— de las unidades de infantería). Iremos viendo que un buen uso (¡y coordinado!) de estos medios es fundamental. La organización y la cadena de mando aliadas eran mucho más adecuadas que las niponas, aunque también veremos que aún tenían mucho por pulir.


Tarawa

La siguiente campaña anfibia fue la toma de las islas Gilbert y la que se conoce como batalla de Tarawa. Como en Guadalcanal, su aeródromo daba un enorme peso estratégico a esta pequeña isla.


El plan consistía en desembarcar a la segunda división de marines en la isla de Betio, donde la guarnición japonesa era mayor, mientras un regimiento de la 27 división tomaba el resto de islas.


Antes del desembarco se desató una enorme contienda artillera entre los barcos norteamericanos y las piezas del acantonamiento nipón, aunque estos, al estar bien atrincherados, apenas sufrieron bajas. Vamos a ir viendo que esto se convirtió en una constante. El fuego naval de apoyo (barcos) fue sustituido por un bombardeo aéreo (aviones) de los aparatos de los cuatro portaaviones presentes. Aunque la isla parecía estar sumida en llamas, los infantes fueron recibidos por fuego enemigo al llegar a la laguna interior. Uno de los culpables del fracaso fue la rigidez del calendario al que se ciñeron los bombardeos. No tuvieron en cuenta el retraso de la fuerza de desembarco, dando a los defensores entre quince y treinta minutos para reponerse del bombardeo antes de que las primeras embarcaciones llegaran a la playa. Aquí quizás haga falta otra explicación. Los bombardeos pueden tener dos objetivos: (1) destruir o neutralizar al enemigo y (2) hacerle agachar la cabeza. Cuando lo primero no es posible, lo segundo puede ser suficiente para obtener una ventana favorable. Pero claro, si después de hacerle agachar la cabeza le das veinte minutos para reponerse…


Las barreras naturales de coral y las artificiales construidas por los japoneses impidieron a las barcazas de desembarco acercarse a la playa. Los infantes de marina estadounidenses tuvieron que recorrer medio kilómetro con el agua al pecho hasta alcanzar la orilla y, evidentemente, sufrieron muchísimas bajas por el fuego enemigo. Aquí se demostró esencial el vehículo anfibio de los infantes, el amtrac, que pudo atravesar las barreras mientras que los LCVP no. Esto hizo que lo futuros desembarcos fueran siempre liderados por vehículos anfibios.


Al día siguiente los americanos ya hicieron los primeros intentos de abastecer a las tropas en tierra y, aunque perdieron una parte importante de los suministros por un bombardeo japonés, los infantes recibieron gratamente armamento, munición y vehículos. Pero la logística no estuvo a la altura: los barcos desembarcaban el material lo más rápido posible, sin saber qué necesitaban los hombres que estaban en la playa con más urgencia. Para paliar este error se estableció, sobre la marcha, una agencia que recibía el material y mandaba a las unidades en el frente solo lo necesario. Luego te cuento cómo esto fue evolucionando durante la campaña del Pacífico hasta formalizarse. También se desarrolló un procedimiento por el que barcazas con material estaban a la espera en la línea de salida (en la mar) hasta que su carga era requerida en tierra. Esto hipotecaba algunas embarcaciones, pero aseguraba que el material requerido se recibía con prontitud en la playa.


Algunas de las lecciones aprendidas de Tarawa fueron la importancia de los bombardeos previos y de que estos estuvieran sincronizados con las primeras olas, la necesidad de más medios lanzallamas para sacar a los defensores de sus trincheras, la necesidad de más vehículos anfibios, la fundamental importancia de tener un conocimiento detallado de las condiciones de marea (muy particulares en un atolón) o lo crucial que resulta la logística. En cuanto a los fuegos, se decidió que las siguientes operaciones irían precedidas de bombardeos más potentes. También se demostró la necesidad de contar con equipos de comunicaciones resistentes al agua (parece evidente, ¿verdad?) y a la acción del enemigo, y de un buque de mando especialmente preparado para ello, pues los acorazados tenían muchos inconvenientes, tanto en falta de equipos como en las incompatibilidades con el fuego de sus grandes baterías. Y es que los cañonazos de dieciséis pulgadas interrumpían las comunicaciones propias. Como para no. Estaban disparando pepinos de una tonelada. En el futuro se incorporarían buques de mando específicamente diseñados para ello.


En cuanto al mando y control, en Guadalcanal se había demostrado que era poco eficiente que el jefe naval mantuviera el mando sobre las operaciones en tierra, con lo que se acordó que el jefe de la fuerza de desembarco estuviera al mismo nivel. Sin embargo, en Tarawa eso no se aplicó por completo ya que, aunque el general asumía el mando de la fuerza de desembarco una vez establecida en tierra, la logística y el apoyo de fuegos y, en cierto modo, la fuerza de desembarco, seguían dependiendo del almirante. Un poco carajal, vamos.


Saipán

La siguiente gran batalla anfibia en la campaña del Pacífico fue Saipán, fundamental porque eliminaba la defensa de la distancia con la que contaba el Japón. Esta isla, junto con Guam y Tinián, forma el archipiélago de las Marianas, desde donde se podía amenazar directamente al corazón del imperio. Los B-29, las flying fortresses o fortalezas volantes, podían alcanzar las islas del Japón metropolitano desde las Marianas. Una vez más, se eligió Saipán por la capacidad que daban sus tres aeródromos. Vemos que esto siempre fue una prioridad en el planeamiento americano, quizás lección aprendida tras el sufrimiento de Guadalcanal, donde los marines se quedaron aislados por no contar con un aeródromo ni el apoyo de su flota.


En esta batalla las fuerzas americanas ya contaban con un gran número de lanzallamas que hemos visto que anteriormente habían echado en falta. También se armaron y se incrementó la protección de los amtrac, pasándose a denominar LVT(A).


El desembarco estuvo precedido por un día entero de bombardeos, tanto navales como aéreos. La mañana del día previsto se realizó un movimiento de distracción, logrando que el primer desembarco se hiciera sin oposición en una playa que los defensores no se esperaban. A pesar de la ventaja inicial, un avance demasiado rápido (la avaricia rompe el saco) provocó que los japoneses pudieran quebrar la línea entre dos divisiones de marines, contratiempo que tardaron todo un día en solucionar mediante el desembarco nocturno de un regimiento y apoyos de artillería.


La resistencia nipona fue brutal, incluyendo una última ofensiva banzai y el suicidio de la población civil, que prefirió la muerte a entregarse a los americanos.


Las lecciones aprendidas de Saipán se dieron en los mismos aspectos que en las anteriores. Se demostró que el fuego naval de apoyo requiere de un adiestramiento específico, y que no vale cualquier barco con artillería. También, a partir de las Saipán, los bombardeos previos se alargaron hasta los trece días, como en Guam. En cuanto al apoyo aéreo, especialmente el conocido como apoyo aéreo cercano o CAS, tuvo el problema de que se retrasaba mucho, por no haber una célula de coordinación inter-armas para agilizar los trámites. Algo parecido ocurrió con las unidades de artillería orgánica de los infantes, que apenas estaban coordinadas entre sí. Y, una vez más, se sacaron lecciones en el aspecto de la logística. En primer lugar, hubo escasez de munición y, en segundo, se vio la necesidad de contar con equipos en la playa encargados de organizar la llegada de material y su posterior distribución (vamos, lo de Tarawa pero ya un poco oficial). En el caso de la munición, para las siguientes campañas se replantearon la cantidad que tenía que llevar cada unidad.


Guam

Guam, también en las Marianas fue la siguiente campaña anfibia de las fuerzas norteamericanas en el Pacífico. Además de los aeródromos, EE.UU. tenía un interés en la isla porque le había pertenecido desde que se la ganara a España en 1898. Destaca en esta batalla un innovador plan de maniobra que consistía en dos cabezas de playa muy separadas. El riesgo era no acumular en un punto toda la potencia de combate, pero dio buen resultado al mantener la presión constantemente sobre los japoneses (¿divide y vencerás?). Otras dos nuevas tácticas fueron el empleo de operadores radio navajos que, hablando en su idioma, daban un encriptado imposible de romper para los nipones; y el empleo de perros de guerra, usados principalmente para alertar de la presencia del enemigo.



En Guam se aprovechó la inteligencia recabada en Saipán y se hizo un esfuerzo en recopilar toda la información posible de los locales y de los prisioneros capturados, en un claro intento de paliar los fallos de inteligencia anteriores. También se hizo un uso extensivo de la fotografía aérea para localizar objetivos, entre ellos, blancos para los bombardeos aéreos que, por ejemplo, neutralizaron a la fuerza aérea japonesa antes del desembarco.


En el otro lado de la moneda, los fallos de comunicaciones aire-tierra supusieron errores en el apoyo aéreo cercano que llevaron a mucho fuego amigo: bajas americanas provocadas por sus propios aviadores.


Como he dicho arriba, los fuegos de preparación se alargaron durante trece días como lección aprendida de los errores de Saipán. El apoyo de fuegos había mejorado considerablemente para este desembarco, con una muy buena sincronización con el movimiento buque costa y la centralización bajo un único mando de la artillería de campaña, facilitando la coordinación.


En cuanto a la logística, también había mejorado considerablemente, haciéndose esfuerzos incluso en la construcción de carreteras para facilitar el aprovisionamiento. Sin embargo, la munición volvió a estar a punto de agotarse en ocasiones, tomándose la decisión de que, a partir de entonces, se paletizaría (vamos, que se llevaría en palés).


Filipinas

El siguiente escalón en el camino a Japón fue Peleliu (Palaos) pero, para no alargarnos, solo resaltaremos que hubo un cambio en la política japonesa: intentaron causar un número de bajas muy elevado a EE.UU. para obligarles a sentarse a la mesa de negociación. Para ello, en lugar de defender en la playa, se retiraron al interior, donde el potente apoyo de fuegos estadounidense no les podía alcanzar. El plan consistía en realizar un potente contraataque la primera noche, cuando los atacantes aún no se habrían consolidado en la playa.



Después de Peleliu vino Filipinas, que había sido protectorado americano. Aquí se repitió la estrategia japonesa de vender muy cara su piel. Los nipones pensaban que, una vez perdidas las Filipinas, habrían perdido la guerra.


La superioridad naval y aérea fue esencial. Precisamente, el empleo combinado de las distintas armas se demostró crucial, empleando doctrina, técnica y tácticas conjuntas. Podemos decir que así se forjó el actual concepto de operaciones anfibias. Curiosamente, los americanos estaban en inferioridad en tropas terrestres, pero su mayor capacidad de maniobra (desembarcos, tropas aerotransportadas y paracaidistas) demostró ser esencial. A pesar de todo, sufrieron muchísimas bajas, validando el argumento de la Navy, que había propuesto aislar Filipinas desde la mar y continuar hacia el norte.


Iwo Jima

Iwo Jima va a ser el penúltimo desembarco que veamos. Esta isla fue elegida para permitir que los B-29 llegaran a territorio japonés aprovechando toda su capacidad de carga (desde los archipiélagos conquistados previamente llegaban a territorio metropolitano japonés pero pudiendo llevar muy pocas bombas) y para que pudieron ser escoltados por aviones con menos alcance.


Como venía siendo habitual, el desembarco vendría precedido de un poderoso bombardeo naval y aéreo que sería seguido por la inserción del V cuerpo anfibio del USMC; las 3ª, 4ª y 5ª división de marines. En el bombardeo aéreo, además de los doce portaaviones, participaron flying fortresses operando desde Marianas.


El desembarco en sí se desarrolló sin oposición. Sin embargo, después de avanzar 150 metros, los asaltantes se vieron envueltos en una lluvia de fuego de ametralladoras que causó muchos estragos. La segunda oleada llegó a la playa cuando el avance norteamericano todavía estaba allí estancado bajo el fuego enemigo: muertos, heridos y vehículos destrozados salpicados por la arena. Una vez más, los japoneses habían renunciado a defender la línea de la playa para hacerse fuertes más atrás, en la selva y con tácticas que se aproximaban a las de guerrilla.


En esta batalla el apoyo de fuegos volvió a ser esencial, aunque los medios orgánicos de las tropas solo tuvieran un efecto desmoralizador, debido a su escaso calibre. Es decir, los cañones que los infantes llevaban a la playa no eran lo suficientemente grandes para hacer daño a las fortificaciones japonesas. Por eso el apoyo desde las unidades navales fue clave, al igual que el empleo de aviones de reconocimiento para localizar las baterías niponas.


Uno de los puntos positivos para los americanos fue el empleo de zapadores y seabees, las unidades encargadas de atacar posiciones fortificadas y apoyar a la movilidad permitiendo, por ejemplo, el avance de los blindados.


En esta campaña se avanzó en varios aspectos de la medicina de combate. Se establecieron cuatro barcos hospital cerca de la playa para tratar a los heridos y se evacuaron bajas por medios aéreos hasta las Marianas, dotando a las aeronaves de los equipos necesarios para mantener estables a los pacientes y valorando previamente si estaban preparados para el viaje.


En cuanto a la logística, una vez más, tuvo un papel clave. La orografía de la isla la dificultaba enormemente y, a pesar de lo aprendido anteriormente, los marines estuvieron a punto de quedarse sin munición. Aun así, Iwo Jima vivió la primera actuación de un grupo TAC-LOG, equipo dedicado a la logística en un plano táctico que se sigue empleando hoy en día.


Por otra parte, en Iwo Jima participaron por primera vez aviadores de los marines desde los portaaviones norteamericanos. Esta medida, tomada a partir de las lecciones de Tarawa, se debía a la necesidad de un adiestramiento más específico para ejecutar labores de apoyo aéreo cercano. Y también, para qué nos vamos a engañar, a la eterna pelea entre servicios para «mojar» en la salsa del otro. Los marines siguen teniendo sus propios pilotos y aeronaves, incluyendo Harrier y F-35B.




Okinawa

El último desembarco que os traigo es Okinawa. Para esta batalla, los aliados reunieron a la fuerza más grande del teatro hasta la fecha: medio millón de hombres y casi seiscientos barcos. Sí, sí. Has leído bien. Esta entidad complicó enormemente el planeamiento y, sobre todo, el control de la ejecución de la operación. Piensa que toda la información generada por esa descomunal y variadísima fuerza (aviones, barcos, infantes, carros, etc.) le llegaba a una sola persona. Filtrada, sí. Pero al final le llegaba.


El desembarco estuvo precedido por la concentración de artillería más intensa del teatro de operaciones del Pacífico: 25 proyectiles por cada 85 metros cuadrados de terreno. Al igual que en los casos anteriores, los japoneses no atacaron desde tierra el movimiento buque-costa, pero sí lo hicieron con ataques suicida desde el aire. Lo de los kamikaze ya se había puesto de moda. Sin embargo, una pobre inteligencia y la colocación de los japoneses lejos de la playa y bien atrincherados disminuyeron considerablemente la eficacia de este bombardeo.


A pesar de los kamikaze, la resistencia en tierra fue inexistente durante los primeros dos días. Los americanos consolidaron la cabeza de playa y pusieron a 50.000 hombres en tierra. Esta falta de resistencia nipona al desembarco es un tributo al desarrollo de la táctica anfibia estadounidense. El apoyo de fuegos era tan poderoso que los japoneses consideraron que no podían hacerle frente. No fue hasta el cuarto día, el 4 de abril, cuando los nipones contraatacaron, obligando a los estadounidenses a emplear cuatro días en desalojarles de sus posiciones en la estribación conocida como el «Pináculo».


Como avance importante hay que mencionar el empleo del fuego naval de apoyo también durante la noche. El uso de proyectiles iluminantes permitió a los americanos rechazar muchos contraataques japoneses. Acuérdate de que los defensores, maestros del camuflaje y expertos en aprovechar el terreno, tenían la costumbre de dejar hacer durante el día y contraatacar de noche. Otra mejora importante en este aspecto fue que, tras coordinarlos adecuadamente, se hicieron simultáneamente bombardeos aéreos, navales y terrestres. Hasta entonces, por la seguridad de los propios pilotos, se cortaba el fuego artillero durante sus ataques. Esta descomunal coordinación se pudo llevar a cabo por el empleo de un centro de coordinación del apoyo de fuegos. Otra célula que existe aún hoy día. Como lección aprendida de Tarawa, en lugar de cortar el apoyo de fuegos al llegar los infantes a tierra, se cambiaba a otros objetivos, manteniendo una presión constante sobre los defensores. A pesar de todo, no se lograron ciertos objetivos, proponiéndose que en un futuro la duración de los bombardeos se fijara en base a objetivos, no a tiempos, retrasándose el momento del desembarco en caso de ser necesario. También se propuso un método estandarizado de evaluación del efecto conseguido por el bombardeo (no vale «pues yo creo que le he dado»).


En Okinawa también se emplearon profusamente los lanzallamas montados en carros Sherman, fruto de la necesidad que habíamos visto anteriormente y que radicaba en que los japoneses se atrincheraban con tanta profusión que muchas veces los bombardeos, a pesar de su entidad, no eran suficientes.


En el desarrollo de los procedimientos de mando y control, Okinawa fue el cénit, dándose al jefe de la fuerza de desembarco el mando de todas sus fuerzas.


Sobre la logística (sé que soy un «pesao» pero es que es fundamental), se aplicó lo aprendido en los anteriores desembarcos, contando con nada menos que 5.000 hombres en la playa destinados a organizar el material y apoyos que se recibían: equipo de playa, compañía de señales, policía militar, transportes e ingenieros/zapadores.


Conclusión

En resumen, la campaña del Pacífico evolucionó las tácticas, técnicas y procedimientos anfibios hasta conformar lo que hoy conocemos como operación anfibia. Se demostró la trascendencia del apoyo de fuegos inter-armas, se otorgó a la logística la importancia necesaria y quedó patente la necesidad de contar con un cuerpo, los infantes de marina, adiestrado específicamente para estas tareas, apoyado por barcos y aviones también duchos en las misiones asociadas.



Pues hasta aquí el desarrollo de la doctrina anfibia en el Pacífico. Como hemos ido viendo, esta campaña supuso el desarrollo de las tácticas, técnicas y procedimientos que se utilizan hoy en día. Por eso es importante entender lo que pasó, para poder saber cómo funcionan las cosas hoy en día. ¡Sobre todo en temas militares y navales! Y por eso, próximamente hablaré de las lecciones aprendidas de Malvinas y estoy preparando un estudio detallado (se me está yendo de las manos) de los mejores submarinos convencionales del mundo. Si quieres enterarte antes que nadie de cuando salgan, pincha aquí.



¡Un saludo, dotación!


P.D.: he escrito un libro en el que cuento los secretos de la táctica naval moderna. Un desembarco anfibio requiere del control, aunque sea parcial, del mar y del aire, es decir, de guerra de superficie, antisubmarina y antiaérea, apoyadas todas por la guerra electrónica. En libro incluye capítulos de todas esas guerras y acaba, precisamente, con la anfibia. Descúbrelo aquí.

Bibliografía

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